el amor fué acribillado

Caminando por las calles vacías de mi alma, nace otra persona, dejando huellas que no se ven.
Las ventanas estaban cerradas, nadie podía abrirlas. Mis manos estaban cansadas.
Entonces me encontré con el amor. Lo habían acribillado, de forma elegante y cruel.
La vida me pedía que resolviera el caso.
Sólo era un chiste mal contado, una sonrisa quebrada por las tristezas del pasado.
Una decisión incoherente nos iba a mandar directo al basurero una vez más.
Perdía el conocimiento, la habilidad para armar el rompecabezas. Sabía que si no volvía casa con la respuesta, sería mí perdición.
Las calles eran oscuras, caras visibles se veían desde la lejanía, se borraban con la luna.
Me subí al Mercedes, mientras veía como caían lentamente las paredes.
Conduje hacía la esperanza que no volvía desde su descanso. Buscándola, tenía la idea de volver a verla, más nunca apareció. Sólo dejó un mapa con una llave dorada.
Tuve la culpa, la verdadera razón seguir con este caso, no podía desperdiciar la oportunidad que se me dió para arreglar las cosas, antes que sea demasiado tarde como para intentarlo.
Mi Mercedes explotó, iluminando las calles con el fuego ardiente que había en su interior.
Los días pasan y para mí son todos iguales, ¿Cuándo será el día cuándo los días se detengan y pueda avanzar? Ni el destino tiene las respuestas a todas las incongruencias que deja la vida, incluso si diera con una respuesta, no sería completa.
Dí con la dirección. Un pequeño edificio, dos pisos, rojo como la sangre y de forma cuadrada.
Había un cartel gigante que decía "el amor desapareció, ya nada es igual".
Sólo ahí supe lo que era el terror, mí ser entero se congeló en la cápsula del tiempo.
El amor fué acribillado, acribillado fué el amor.
La mera existencia de la vida se diluye en la agonía del odio y el sufrimiento. Si tan sólo supiera como resolver esto, no estaría en cumbres tan escaladas, ni tanto tiempo perdido.
El cielo empezó a brillar un amarillo tormentoso. Tenía la leve sospecha de que todo acabaría mal.
Todos mis problemas están en este cuarto, encerrados para no salir, para no herir.
Murió la noche y llegó el día. Pero no hay que temer, la Luna volverá a nacer.
Perdí los estribos, la concentración. 
Entonces en eso caigo desplomado, lleno de sangre por el suelo. Mi cabeza da vueltas. Podía sentir el abrazo de la muerte, quién me estaba llamando. 
La ira, ella me había fulminado con su escopeta.
¿Me encontraré con el amor algún día?
La ira no lleva a nada bueno, sólo pedir a la vida que se acabe.

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